Ganador Vinartfest Microrrelato 2021
RUEGO
Sólo una vez llovió vino sobre el pueblo. Yo lo recuerdo bien, aunque aún no había hecho siquiera la primera comunión. El cura se enfadó con los parroquianos, dijo que no habíamos sido claros en nuestra rogativa a la Virgen y aseguró que jamás volvería a interceder por nosotros. Al día siguiente la nube se marchó y los campos y el río siguieron secos, anticipando una cosecha pobre, pero embriagados todavía por la resaca de la tormenta, no nos importó demasiado.
de Raúl Clavero Blázquez
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INCOMPRENDIDA
Recorro los viñedos, disfruto de la brisa y la libertad.
Frente a mí, la uva más apetitosa jamás vista parece contonearse invitándome a degustar su exquisito jugo. Doy cuenta de ella deleitándome con cada bocado, el sabor es inmejorable y sus compañeras de racimo harán un exquisito vino.
Tan abstraída estoy en mis pensamientos que no lo veo venir, el manotazo es tan fuerte que me hace caer en picado al suelo, agonizando me pregunto el porqué de tanto odio a nosotras las moscas de la uva, que sin duda somos las más acérrimas fans de este fruto.
de Nuria Rodríguez
IN VINO VERITAS
Cuido su bufete como a la viña de mis ojos, defendiendo los pleitos a copa y espada. Se me pasan los días en el despacho donde fermentan los argumentos jurídicos que descorcho en el juzgado. Ha sido una buena añada de minutas y más de la mitad las he vendimiado yo. Por todo ello, le he llamado desde la taberna para pedirle un aumento de sueldo. Se ha hecho el tinto y me ha dicho que no, porque me ve últimamente muy obsesionado. ¿Obsesionado… yo? Le he dicho bien clarete que me marcho.
de Ángel Montoro
TE CONTARE UNA VIDA
El autobús para frente a un extenso viñedo. Bajo y pido en el bar una copa de vino y un bocadillo de jamón. Vuelvo a casa después de treinta años fuera y estoy nerviosa. Y sola, muy sola…Dispongo de media hora y aprovecho para pasear entre las hileras de vides. Respiro y huelo sus dulces jugos… Veo algo brillar en la tierra y recojo una alianza de oro que posiblemente alguien perdió en la anterior vendimia… Me encaja bien. El viaje continúa y dispongo de dos horas para inventarme un pasado que no he tenido antes unirme a los vendimiadores…
de María Jesús Echaniz Iturriaga
OFENSA
¡No me lleves a tu boca! Yo nací para ser vino –me pareció que dijo–. ¿No ves acaso que no luzco como uva de mesa? El psiquiatra tomaba nota sin decir palabra alguna. Hasta que finalmente se atrevió a hacer una pregunta. ¿Se trataba de un malbec o un cabernet franc? No me animé a preguntar –respondí– estaba demasiado enojada. Es comprensible, argumentó el psiquiatra, mientras se rascaba la oreja; creo que yo también lo hubiese estado frente a semejante ofensa.
de Ezequiel Tambornini, de Argentina
DOS SORBOS Y UN DISPARO
Las campanas dieron las cinco. Llegaron a la vez. La temperatura en la bodega invitaba al abrigo…
Él retorcía sus manos, visiblemente nervioso, ella advirtió la inquietud y presurosa colocó dos copas de vino sobre el viejo barril de roble.
Con una sonrisa elegante, sosteniendo su copa en la mano, sabedora de la respuesta, lanzó la pregunta.
La respuesta fue breve.
El segundo sorbo coincidió con el primer disparo.
de Iratxe Martínez Güenaga
AS DE COPAS
Cuando él hablaba de nosotros, siempre llevaba una copa de vino en la mano.
Se paseaba por la casa, haciendo rutas circulares, mientras explicaba el sentido de su existencia, que nada tenía que ver con la mía.
Yo mientras, me perdía en los mares de viñedos que se veían desde nuestra ventana en el campo, en esa temporada.
Él nunca supo decirme porqué necesitaba el vino para hablar. Yo nunca supe contarle porqué me vestía de rojo en mi cumpleaños.
Él nunca supo explicarme porqué estaba conmigo, yo nunca supe decirle que no me importaba.
de (seudonimo, LupeTango) de Carmen García Hidalgo
LA CITA
Para impresionarla, la emplazo en un restaurante de varios tenedores y acudo con un traje alquilado elegido por mi madre. Tengo treinta y cinco años, estoy casi en mi peso y todavía no me he quedado calvo totalmente. Si no resulto imponente, aún doy el pego, sobre todo si mi partenaire es miope y se presenta sin gafas por coquetería. Durante la espera pido una copa de vino tinto y trato de aparentar empaque.
Cuando llega, es como la imaginaba: mediana edad, sonrisa encantadora, curvilínea… Le doy la mano, coge mi currículum vitae y me dice que ya me llamarán.
de Jesús Jiménez Reinaldo
EL ÚLTIMO BRINDIS
El plan era claro, eliminar al Comité en la cena de gala Golden Star.
Se había tomado su tiempo en infiltrarse en el buffet, en elegir una a una cada botella de vino que se iba a servir, en calcular cada dosis exacta de polonio 210 para que desapareciera la toxina de los cuerpos.
Ahora estaba delante de todos ellos, inertes, sin vida. Admirando la perfección de su obra.
De repente su cara se descompuso, y se quedó mirando fijamente su mano con los ojos fuera de sus órbitas, había cometido un error.
Brindar con la misma copa de vino.
de Lourdes Pérez Rodao
TODO TIENE LÓGICA
Cada fin de mes, todo el pueblo quedaba boquiabierto en la congregación al ver a Don Antonio comulgar en el Monasterio. No era porque fuera un santo o algo así, sino más bien porque todos conocíamos las 7 amantes que tenía fuera de su matrimonio.
Después de pensar tantos años el motivo, entendí por qué el Fraile nunca le recriminó. Antonio era agricultor, poseía los mejores viñedos, dejaba la mejor cosecha a los monjes, entonces todo se convierte en una relación simple e inversamente proporcional: «No hay monasterio sin vino, ni vino sin pecado».
de Jesús Orlando Gelvez Ruiz
HISTORIAS PEQUEÑAS
La observo desde hace un tiempo y cada día repite el mismo itinerario: merodea un rato por las cercanías de la bodega, disfrutando de la brisa, antes de acercarse y paladear con su lengua unos tragos. Después se dirige a las vides cercanas, busca una buena roca y se tiende sobre ella al sol, hasta que se adormece ligeramente. Parece muy feliz, desde que ha descubierto dónde vacía los restos de vino el enólogo, esa lagartija.
de Esteban Torres Sagra
41.977
“Hola y saludos a todos”. El sonido salió del disco dorado que hallaron en aquel antiguo objeto, encontrado cerca de la estrella Próxima Centaury. La máquina proyectó, en tres dimensiones, imágenes sónicas que contenía el disco. La imagen con signo 76 proyectó varios humanoides recogiendo frutos de unas plantas, que en fotos posteriores convertían en líquido. Era oscuro y brillante. Las secuencias siguientes mostraron a los asombrados viajeros espaciales, como figuras humanoides bebían el mismo; lo disfrutaban; lo festejaban, parecían felices al beberlo. Le llamaban vino.
Inspeccionando la pequeña nave encontrada, vieron unos signos pintados en el exterior: Voyager 1977.
de José María González Oria
EL DESTINO DE VITIS
—¡Qué lejos hemos llegado para lo granujas que somos! —exclamó Vitis, disfrutando del idílico sosiego —lo siento por los redrojos que quedaron atrás y por las compañeras cobardes que se conformaron con ser mosto.
La austeridad y las inclemencias que sufrieron desde su tierna infancia habían merecido la pena. El camino al paraíso tampoco resultó fácil, la fermentación no es agradable, pero allí estaban, triunfantes.
Tras ese reposo en el centenario edén con forma de tinaja, les esperaban los viajes, las galas, los éxitos, los aplausos. Eran las elegidas para convertirse en el néctar divino: Serían vino.
de Natalia Catalá Durán.
LA VIDA A SORBOS
La memoria es tan caprichosa, que se escapa a pequeños sorbos y, sin poder evitarlo, te cuestiona si fue verdad.
Tiene los ojos dorados, como los campos de trigo de vuestra juventud, y el cabello negro reflejado en el cristal de la copa de vino. Y una sonrisa capaz de disipar las nubes de tormenta.
Brindáis por una larga vida, en un susurro, para retener el embrujo de ese cálido instante.
Y de pronto te preguntas quién es ella, su nombre, sin reparar en que acaricia tus sueños desde la foto de recién casados que permanece en la mesilla.
de Miguel Ángel Moreno Cañizares.
LO QUE DE VERDAD IMPORTA
Abril le sorprendió con el verde de la primavera pintado en el rostro, mientras degustaba una copa de vino en una terraza de la plaza mayor. Aspiró profundamente el aire que tanto había añorado. Degustó la calma, la quietud de las calles del pueblo, la certeza de tener tiempo para lo que de verdad importa. Atrás quedaron la habitación de hospital, los días de silencio y soledad, y la lenta recuperación. Muchos no tuvieron tanta suerte. Por eso ahora los colores eran más vivos, el pueblo más suyo y el vino tenía sabor a esperanza.
de Salvador Vaquero Montesino.