Certamen de Microrrelatos
Como parte del evento, la Asociación Cultural de Ventas de Alcolea, ha convocado el III Certamen de Microrrelato VinartFest 2022.
Microrrelatos Seleccionados Edición 2022
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EXCELENTE AÑADA de Yolanda Fernández Benito
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CAMPOS DE ENCANTOS de H. Alejandro Cabrera Antia
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MONTÍCULOS DE BELLEZA INFINITA de Nihm Smoboda
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UNA NUEVA CIVILIZACIÓN NACERÁ EN LA BODEGA de Bernardo Álvarez-Villar Artola
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JUNTOS de María José López Moreno
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EL LORITO de Esteban Torres Sagra
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-FRONTERA- de Raúl Clavero Blázquez
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-SEGUIR- DE Isaías Santana Pérez
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MI PRIMERA CATA de Javier Cabello Urquía
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UNA COMPRA MALOGRADA de María Jesús Ramo Beltrán
EXCELENTE AÑADA de Yolanda Fernández Benito
Aunque las condiciones no eran las adecuadas, con apenas un rápido vistazo captó el intenso color cereza con azulados ribetes. Una honda inspiración le bastó para apreciar aquellos aromas complejos y concentrados, con una convivencia de fruta y madera armónicamente bien ensamblados. Cuando el vino inundó su boca comprobó que era carnoso, sedoso, equilibrado y estructurado.
De no ser porque el crápula de su hijo, no muy de acuerdo con los últimos cambios en su testamento, le mantenía la cabeza hundida en el tonel, le hubiese felicitado por la elección de la añada.
CAMPOS DE ENCANTOS de H. Alejandro Cabrera Antia
El atardecer caía sobre los campos de vides. Mi hermano había venido a visitarme, mas se marcharía pronto; la ciudad, decía, lo reclamaba. Él también lo hacía conmigo, infructuosamente.
-¿Qué te ata a este lugar? –Preguntó, tras otra invitación-.
Yo señalé los campos. Guardó silencio.
-¿Por qué? –Quiso saber-.
Habría podido dar mil razones: la tierra, el viento, los aromas, las melodías. En cambio, busqué tres botellas de vino, de distintos viñedos, y se las di a probar. Los lugares a donde viajó su paladar, los tiempos que visitó, explicaron lo que las palabras no podían.
MONTÍCULOS DE BELLEZA INFINITA de Nihm Smoboda
El caballero apaleado bebió el bálsamo de Fierabrás y obtuvo vómito, sudor y sueño.
Al saberse que pululaba entre Alcolea y la Cañada Real, los venteros escondían los odres y le negaban albergue, pues la última vez creyó enfrentarse al malvado Pandafilando y destrozó a estocadas una bodega de pellejos.
Vagó hasta caer la tarde y vio cómo aquella tierra de gigantes tomaba el color del vino derramado. Contempló las Motillas y comprendió cuánto merecía la pena vivir loco: aquellos montículos de belleza infinita lo dejaban sediento de hazañas, pero a la vez lo embriagaban de inmensidad.
UNA NUEVA CIVILIZACIÓN NACERÁ EN LA BODEGA de Bernardo Álvarez-Villar Artola
– ¿Os imagináis?
Todos reíamos, qué idea más loca, pero yo lo deseaba de un modo oscuro y sincero. El día en que estalló la guerra empecé los preparativos. El apocalipsis nuclear es la culminación lógica de nuestra civilización, pensaba.
Bajé a la vieja bodega familiar, barrí y limpié el polvo. Saqué los trastos e hice hueco para meter diez colchones para diez amigos. Coloqué al fondo las barricas rebosantes con las que distraer la angustia de una guerra mundial.
Pasaremos años abajo y reconstruiremos el mundo teniendo solamente vino y amistad.
Será difícil hacerlo peor que hasta ahora.
JUNTOS de María José López Moreno
Ahora que la vida se marcha, me gusta recordar tu cuerpo y tus brazos abrasados por el sol y tu piel agrietada pero hermosa. Ahora callan los grillos y cigarras que compusieron la banda sonora de aquellos días inocentes y alegres, aunque faltara el agua y mirásemos al cielo con resignación y con paciencia.
Ahora que la vida se marcha, siéntate a mi lado, abramos un vino y brindemos por aquellos momentos de juventud en los que compartir espuerta contigo fue lo mejor que pudo pasarme en esta vida, que se marcha.
EL LORITO de Esteban Torres Sagra
Con la edad he ido perdiendo la memoria y el buen humor.
Lo olvido todo -hasta esa pequeña satisfacción del tempranillo que solía beberme a sorbos- y me exaspera cualquier cosa.
Mis hijas me han regalado un loro para que me haga compañía en el cortijo y yo, sin afearles la ocurrencia, me he afanado en buscarle utilidad.
Le he enseñado a decir “vino” y, cada vez que lo pronuncia, que es a menudo, me recuerda la liturgia que había abandonado.
Mis hijas se ufanan de su acierto y achacan a su compañía -no sin razón- mi mejora de carácter.
-FRONTERA- de Raúl Clavero Blázquez
Todo empezó por una copa de vino que derramé sin querer sobre la mesa. La mancha se extendió dibujando, de pronto, una frontera roja entre los dos. A ambos lados desplegamos rápidamente nuestros ejércitos. Ella atacó con su silencio. Yo respondí con mi indiferencia. A continuación, lanzamos todos nuestros reproches, los más antiguos, los más leves, los más hirientes. Todos. Siguieron algunos insultos. Ella lloró. Yo gruñí. En ese instante el camarero cambió el mantel. Su blancura me hizo pensar en una tregua, pero entonces mi esposa arrojó la bomba definitiva.
-Quiero el divorcio – dijo.
La guerra había terminado.
-SEGUIR- DE Isaías Santana Pérez
Esa noche volvió a llorar. Se levantó despacio para no despertar a su querida esposa, ya bastante había sufrido. Llegó hasta el espejo del baño de aquella caravana donde ahora vivían, encendió la luz y se miró fijamente. Una lágrima cayó lentamente hasta su barbilla, esa iba a ser la última que derramaría por aquel maldito volcán. Se acercó a su esposa y con cariño le dijo al oído “Hoy abriremos la última botella de vino que pudimos salvar de nuestra finca y nos beberemos las lágrimas para siempre, te tengo a ti y eso me basta para seguir”.
MI PRIMERA CATA de Javier Cabello Urquía
El maestro catador, alzando la copa hacia su nariz de oro, nos incitó a que encontrásemos en aquel caldo tinto aromas a cereza, arándanos, vainilla, pimienta, almizcle y nuez moscada. Misión imposible. Mi olfato solo captaba un olor a lluvias de primavera, poda tradicional, estiércol de oveja, vendimia a mano y a los rezos del agricultor en épocas de heladas y granizo para desviar la nube cargada de desgracia lo más lejos posible de su viñedo. Todo eso hallé condensado en mi copa de vino. Y oye, tan rico que me supo.
UNA COMPRA MALOGRADA de María Jesús Ramo Beltrán
Alejados los hijos de la dureza del campo y sintiéndose, él mismo, mayor para trabajar, Dionisio había optado por vender sus tierras. Mientras ultimaba los detalles de la transacción con un comprador de la capital, descorchó una botella del mejor año. Aquel vino, digno resultado de sus esfuerzos y desvelos, no le decepcionó. Pero, para su asombro, no fue correspondido con alabanzas:
—¿No tendría usted algo de gaseosa para rebajar esto un poco? —preguntó el convidado.
Dionisio despidió inmediatamente al individuo alegando un ataque de arrepentimiento súbito. Ya a solas, paladeando su copa, pensó: «¿Vender?¡Qué disparate!¡Si estoy como un roble!»