Clasificación Vinartfest Microrrelatos 2025
Ganador Vinartfest Microrrelato 2025
Alquimia de otoño
El enólogo ciego recorre las barricas con sus manos desnudas. «El roble susurra», dice, mientras los científicos toman notas escépticas sobre el nuevo método de crianza. Nadie comprende por qué eligieron a un invidente para dirigir la bodega centenaria.
Pero cuando el vino brota del grifo, los investigadores callan. En cada copa baila un paisaje completo: atardeceres manchegos, risas de vendimiadores, tormentas de agosto. El ciego sonríe. «No se trata de ver», murmura, «sino de escuchar lo que la tierra recuerda».
de Osama Chals Oskar Silva Conchucos (Perú)
Finalistas
Un lugar donde amar doblemente
Mi abuela siempre decía que la felicidad es como el buen vino: hay que dejarla reposar. Aquí en nuestro pueblo de La Mancha, donde las casas se van quedando vacías y el silencio crece entre los campos de viñedos, encontré la mía en los ojos de Laura. Mientras otros marchaban a la ciudad, nosotras decidimos quedarnos, rescatar la bodega familiar, sentir la tierra bajo nuestros pies. Los vecinos que quedan ya no murmuran cuando nos ven de la mano entre las vides. Han aprendido que el amor, como las uvas, florece donde menos se espera.
de Daniel Guerrero López
El secreto
Como cada año, comparten una botella de vino y se besan cuando la terminan. La primera vez, él tenía la cara cubierta de acné y ella, los dientes forrados de metal. Ahora, a ella le crujen las rodillas y él ha perdido hasta el último rizo. No regresarán juntos a casa, cada uno tiene la suya, no se lo contarán a nadie. Ni lo supieron entonces sus padres; ni ahora lo sabrán sus hijos. Pero el año que viene, tras la vendimia, volverán a besarse, como siempre, bajo el cielo manchego, una sola vez más.
de Aurora Rapún Mombiela (Valencia, España)
Susurros manchegos
El sol brilla en las uvas mientras Soledad habla con las cepas.
—Un buen vino, como la vida, necesita tiempo —susurra, acariciando los racimos.
Desde hace siglos, su esencia corre de copa en copa bajo el cielo manchego. Su aroma es un susurro: tierra, lluvia y esfuerzo.
—Hay que ser un Quijote —murmura—, para seguir cuidando tus sueños.
de Ramón Moreno López de Ayala
Sabor a saber arcano
Padre volvía de faenar al anochecer; decía que venía de navegar un mar de viñas, como hicieron sus antepasados.
Arrellanado con su copa de vino junto a la gloria, lo escuchábamos embobados contándonos historias de piratas que surcaban la vereda y tesoros escondidos.
Hace unos años regresé a la quintaría; después, lo hicieron mis hermanos. Juntos volvimos a levantar la bodega familiar.
Esta Navidad nos reunimos todos. Estábamos buscando fotos en un baúl cuando encontramos una vieja botella. Dentro, un mensaje decía: “Mis marineros, os lego el secreto del mejor vino: amor por la familia, el trabajo y el terruño”.
de Carlos José Esguevillas González (Palencia)
Entre viñedos
Entre viñedos nos quisimos. Nos fundimos en un solo ser. Maduramos juntos con las uvas. Pero duraste lo que dura una vendimia. Y ahora me siento sola, como se sienten las ramas de los viñedos, abandonadas por las hojas que lo abrazaban y protegían. Bebo del vino que creamos juntos. Exquisito. Un vino que lleva nuestro aroma. Nuestro amor. Nuestra historia. Sorbo a sorbo te acerca a mí, pero a la vez te aleja, porqué tú ya no estás. Y sé que no volverás.
de Judit Alcántara Casals
Un crudo invierno
Sudor y vino anunciaron la llegada de padre. El portazo me hizo encogerme. Me escondí tras madre.
Como siempre, estaba enfadado.
Madre alimentaba el hogar con cepas arrancadas de raíz. Sólo gachas en la cazuela. Intentó calmarlo, sin éxito.
La frustración y la ira lo incendiaban, pero, esta vez, madre no se achantó.
—¡Si nos pegas, desapareceremos! ¡Nos perderás, como las viñas!
Mano alzada, dientes apretados, instantes eternos. Mi mundo amenazado, pero quien se derrumbó fue padre.
Lloró, lloró hasta vaciarse.
La filoxera era su maldición, el bar su refugio, pero nos abrazó y supe que superaríamos aquel crudo invierno.
de Juan Pedro Agüera Ortega (Elche, Alicante)
Enlace o desenlace
Saboreaba un trago de un vaso medio lleno de vino tinto mientras escribía con un bolígrafo azul el capítulo final de la que iba a ser su novela más triste. La botella, ya vacía, yacía en su escritorio. Al mover su brazo izquierdo para beber otro trago, derramó en los últimos papeles escritos el vino que le quedaba.
No pudo acabar el vino, así como tampoco acabó su novela. Sus personajes, al degustar aquella bebida, tampoco acabaron su historia de amor y recorrieron juntos todos los campos manchegos.
de Laura Elsón Escartín
Inmiscibles
El señorito manchego, de Los Yébenes, Toledo, de alta cuna y buena cepa, con etiqueta elegante, bien plantado, aroma serio, retrogusto intenso, lleva los taninos altos y la guardia baja cuando se cruza con ella, burbujeante y pizpireta, ceñida de rojo, con algún ribete blanco, optimista y risueña. A veces se mezclan en calimochos de una sola noche en algún botellón furtivo y se beben en sacrílegos vasos de plástico. Prometen no verse más, pero en catas ocasionales entrelazan sus fluidos, él desheredado de las mejores bodegas, ella oscureciendo el corazón tinto del vino con su dulce veneno negro.
de Jesús Francés Dueñas (Madrid)
Brindis bajo las estrellas
Entre las cepas de una viña manchega, alzaron sus copas de vino hacia un cielo cuajado de estrellas. “¡Por los que ya no están!”, brindaron.
Bebieron en silencio. El primer sorbo les supo a tierra fértil y soles ardientes. El segundo, a manos encallecidas y cantos de vendimia. El tercero, limpió sus inseguridades y acarició sus almas. El último desató la nostalgia: la noche se llenó de recuerdos y anécdotas, compartieron risas y llantos, y se abrazaron fervorosamente, evocando tiempos pasados.
Aquella noche comprendieron que nunca habían estado solos, pues sus ancestros vivirían eternamente en sus corazones.
de José Arquillo Cruz (Málaga)
Gestos y costumbres
Vuelvo a casa. Los vericuetos de la vida laboral me alejaron a tierras gélidas, más allá de nuestras costumbres. Suelto la maleta, aún cargada de frío. La casa en silencio, todos duermen la siesta. Camino entre el claroscuro del pasillo hacia el salón. El mismo mantel de hule, el vaso de vino en el lado de papá, el tazón de leche en el lado del abuelo, el tablero de ajedrez con la partida inconclusa, con esas torres victoriosas que me recuerdan a nuestros castillos… Coloco una torre del abuelo en posición ventajosa. Un pequeño gesto…, nuestras costumbres.
de Miguel Ángel Gayo Sánchez
Placeres ocultos
Ni mis hermanos querían ir (nos habían dicho que era peligroso), ni a mi abuelo le dejaban (solo podía beber un vasito al día). Así que, fingiendo resignación, yo cogía la frasca y bajaba despacio a la bodega.
De regreso subía los veintitrés escalones con cautela, temiendo que alguien me sorprendiera al dejar oculto detrás de la trampilla el porrón de vino que después recogería el abuelo. Pero el riesgo merecía la pena. Con la perra gorda que él me dejaba allí, yo podía cambiar cada semana en el quiosco dos novelas de Marcial Lafuente Estefanía.
de Pilar Martín Cabreros