CAMPOS DE ENCANTOS de H. Alejandro Cabrera Antia
El atardecer caía sobre los campos de vides. Mi hermano había venido a visitarme, mas se marcharía pronto; la ciudad, decía, lo reclamaba. Él también lo hacía conmigo, infructuosamente.
-¿Qué te ata a este lugar? –Preguntó, tras otra invitación-.
Yo señalé los campos. Guardó silencio.
-¿Por qué? –Quiso saber-.
Habría podido dar mil razones: la tierra, el viento, los aromas, las melodías. En cambio, busqué tres botellas de vino, de distintos viñedos, y se las di a probar. Los lugares a donde viajó su paladar, los tiempos que visitó, explicaron lo que las palabras no podían.