La vida a sorbos
Por Raúl Clavero Blázquez (Madrid)
El primer sorbo de vino me llena el paladar de aroma a cedro y la mente con imágenes de un pueblo en el que nunca estuve. Día tras día, con cada copa, recorro las calles de aquel lugar bajo el sonido rumoroso de una fuente. Visito la iglesia. Llego al campo en plena vendimia. Conozco a una mujer. Nos casamos. Al apurar las últimas gotas me doy cuenta de que he disfrutado de una existencia tan imaginaria como plena. Entonces bajo a la bodega, miro mis botellas y me pregunto, de nuevo, qué otras vidas estarán reservando para mí.